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Cómo se autoabastece el Ejército

21 noviembre, 2010 Deja un comentario Go to comments

En diez campos de cría y explotación ganadera y frutihortícola, el Comando de Remonta y Veterinaria ha logrado hacer realidad su lema de “Producir para abastecer al Ejército Argentino”. No solo caballos y mulas, sino forrajes, carne, dulces enlatados, frutas y vegetales, hasta perros, medicamentos y herraduras, salen de esos establecimientos.

No es cosa sencilla alimentar a una fuerza de casi 50.000 hombres, a lo largo y ancho del país. Sin embargo y en ese sentido, la acción desplegada por el Comando de Remonta y Veterinaria del Ejército llama la atención por sus resultados. En su despacho del barrio Las Cañitas, de la ciudad autónoma de Buenos Aires, el comandante del organismo, general de Brigada Luis María Carena, develó lo que pocos conocen. Si bien no deja de señalar que están dedicados desde 1924 a la cría de ganado caballar y mular, los tiempos modernos y, sobre todo, la mecanización de la fuerza terrestre, han hecho variar esos esfuerzos. Hoy están apuntados de manera decisiva a producir insumos con recursos propios y genuinos para autoabastecerse (léanse, carnes, vegetales, frutas, legumbres y otros elementos como herraduras). En diez establecimientos rurales y un laboratorio especializado para obtener medicamentos, los hacen realidad. Los objetivos son ambiciosos. “Estamos centrados en implementar el Plan Remonta 2020 para abastecer al Ejército de carne ovina, pollo, huevos, madera, harinas, lácteos y biodiesel a partir de la soja”, sostiene. A su lado, el jefe del Departamento Planeamiento y Control de Gestión, coronel Leonardo Durandeu, agrega que “queremos aumentar la producción e incursionar en otros rubros de manera eficiente y no a un costo más alto”.

Los números mandan

Remonta no tiene partidas de funcionamiento. Vive de los recursos que produce. Con ellos paga sueldos, luz, gas, mantiene los campos, compra maquinaria y genera insumos para dar de comer a los soldados y criar animales. Veamos. En sus campos de cría y engorde producen unos 340.000 kilos de carne que distribuyen en distintas unidades. “Desde 2002 hemos ido creciendo en cantidad”, asegura. La cría la hacen en los establecimientos Avalos y Cáceres, de Corrientes, donde pastan unas 57.000 cabezas de ganado. Luego y por año, unos 7000 terneros de 150 kilos son llevados a los campos de invernada con camiones propios y de terceros, donde se engordan con pasturas, verdeo y una ración de fibra y grano (maíz, soja, sorgo) para darles forma y terminación. Una vez listos, los venden para obtener recursos o en un frigorífico contratado se los faena y enfrían los cortes. Luego, el Comando de Intendencia indica en qué unidades deben ser entregados. El cuero, las achuras y huesos forman parte del pago a la empresa privada.

Cuando Durandeu detalla la producción frutihortícola en los campos mendocinos de Los Andes y Cuadro Nacional, el circuito alimenticio queda completo. Con personal propio y el concurso de privados, cosechan manzanas, peras, duraznos, ciruelas, uva, membrillo, frutillas, cerezas, tomates, pimientos, ajo, cebollas, papas y nueces. Una parte la venden y la otra la entregan a la industria del ramo. La ecuación es simple. “Cada dos kilos de duraznos recibimos uno ya elaborado en almíbar, enlatado y puesto en el lugar donde le indicamos. Lo mismo pasa con el dulce de batata y de membrillo. Así evitamos el proceso de comercialización y producción”, De esa manera, obtienen 30 toneladas de cada producto. En Corrientes cosechan más de 140.000 kilos de arroz por año, que consumen, y elaboran otros productos como aceite comestible, frutas secas, tomate triturado o en lata, ajo deshidratado, peras y postre mixto.

Granos, árboles y perros

Como en todo campo que se precie y donde siembran pasturas y verdeos para alimentar el ganado mular, equino y bóvido, los suelos deben ser renovados para mantener sus condiciones. Con la implementación del Plan Agrícola, hacen rotaciones para darle sustentabilidad a la producción y asegurar su conservación. “Como por ahora no tenemos la capacidad operativa para sembrar y cosechar maíz, soja, girasol o trigo, arrendamos los lotes a terceros”, explica nuestro anfitrión, de cuya producción reciben una parte. Como anticipo, nos entrega un folleto donde está detallado el Plan Forestal del Bicentenario que están por poner en ejecución. ¿En qué consiste? “El Ejército dispone de predios para ejercitaciones militares con espacios aptos para ser forestados. La idea es hacer en ellos plantaciones, que contribuyan a preservar el medio ambiente y favorecer la biodiversidad. Son 10.000 hectáreas en varias provincias, que cederemos por diez años para su explotación”. Con la asistencia del sector forestal privado ofrecerán esos predios para forestar a las mejores ponencias. “De lo que produzcan deberán entregarnos una cantidad de toneladas en madera de alta calidad. No solo harán las plantaciones sino que tendrán a su cargo el cuidado de las distintas especies de álamos, eucaliptos y pinos hasta la corta. Así, contribuiremos con la ley de promoción de los bosques cultivados que prevé la forestación de dos millones de hectáreas en los próximos años”, expresa.

Por si todo esto fuera poco, en Campo de Mayo crían el perro ovejero alemán, también llamado perro de guerra. Una vez adiestrado, forma parte de la dotación de las unidades que los usan para seguridad, detección de explosivos, búsqueda y rescate de personas. También en la misma zona y en el laboratorio especializado que allí funciona, elaboran sueros y vacunas, antígenos para diagnósticos de enfermedades equinas y bovinas, antiparasitarios, medicamentos genéricos y análisis clínicos veterinarios, y el suero antiofídico con el laboratorio conjunto de las Fuerzas Armadas. Los técnicos preparan raciones de combate deshidratas para racionamiento del personal en campaña o para distribuir en apoyo a la comunidad en caso de desastres naturales.

Caballos y mulas

Hasta la década del 60, el organismo estaba dedicado casi exclusivamente a criar caballos y mulas y a producir insumos para alimentarlos (avena y alfalfa, entre otros). Era un Ejército prioritariamente montado; en especial en los regimientos de caballería y artillería. La necesidad de equinos era enorme: alrededor de mil por unidad. Pero, con la llegada de los vehículos a motor, pasaron de montadas a blindadas y las de artillería a remolcadas o autopropulsadas. La cantidad de caballos y mulas disminuyó significativamente. No obstante esa realidad, la Fuerza cuenta con unidades donde los nobles brutos son imprescindibles. En la media montaña boscosa, asiento del Regimiento de Caballería de Montaña 4, en San Martín de los Andes, solo puede transitarse a caballo. No entra el helicóptero y se hace muy difícil llegar a pie a muchos lugares. En las brigadas de alta montaña como la VI, en Neuquén, la VIII, en Mendoza, y la V, en Salta, tienen mulas en su dotación. Son el medio idóneo de carga para llevar cañones, pertrechos, abastecimientos bajo cualquier clima y hasta urnas en tiempos eleccionarios a lugares inaccesibles.

Por eso, la cría, amanse y mantenimiento de ese ganado mular y caballar la siguen haciendo como desde hace casi un siglo. En la actualidad producen alrededor de 300 caballos y 90 mulas por año para completar los planteles de esas unidades y de las históricas como el Regimiento de Granaderos a Caballo. “Con la inseminación artificial -método también utilizado para caballos y percherones-, hemos mejorado de un 50 a un 80% los índices de preñez en la cruza de un burro con una yegua mulatera. El Ejército se ha convertido en pionero y único productor de híbridos de alta calidad”. Porque no necesitan de cualquier mula. Y aquí, Durandeu vuelve a hablar de números. “Una mula grande y con esas capacidades de soportar hasta un peso de 180 kilos, no se produce en el mercado. Los pocos ejemplares que se podrían conseguir cuestan no menos de $8000. Actualmente en Mendoza, la estamos produciendo a no más de $4000, incluyendo la crianza, amanse y adiestramiento”.

Estas cualidades de crianza hicieron que la influencia de Remonta se expandiese por todo el país. Sobre todo, a partir de la llamada Ley de Fomento Equino. “De nuestro comando dependen 293 criadores a los que les suministramos padrillos, yeguas, asnos y asesoramiento técnico para la cría. Con esta norma muchos haras del país comenzaron siendo nuestros criadores”, dice con orgullo. Además, es la promotora de 41 estaciones de monta pública. “Se trata de direcciones de ganadería provinciales, universidades, policías de provincia o sociedades rurales regionales donde cualquier persona puede solicitar el servicio de sus yeguas con padrillos de Remonta”.

En la vidriera

Las relaciones de Remonta con el ámbito nacional e internacional son innumerables. Desde la Sociedad Rural Argentina hasta las asociaciones y federaciones de polo, pato, fomento equino, criadores de caballos de polo y de distintas razas, clubes hípicos, de actividades ecuestres para discapacitados, criadores de del perro ovejero, de diversos institutos de medicina veterinaria del país y del extranjero y de criadores de las razas bovinas Hereford y Aberdeen Angus. Y por supuesto, todos los años presenta sus productos en la Exposición de Palermo. “Somos uno de los principales criadores de la raza percherón Postier. Si bien casi nadie los cría porque los caballos de tiro quedaron en desuso, necesitamos yeguas gruesas para aparearlas con los burros que nos darán mulas. También presentamos el burro burrero, que está con la manada para seguir dando burros, y el burro Hechor, al que desde potrillo se cría junto con la yegua para que después pueda servirla y no lo rechace”, detalla nuestro entrevistado. También, caballos raza Silla Argentino, Tipo Remonta para salto, polo, pato, adiestramiento y prueba completa; de grande, media y baja alzada que utilizan en el Colegio Militar de la Nación.

-Con todo esto, ¿podemos afirmar que el Ejército está bien abastecido por ustedes?

-Plenamente. Producimos bienes que se necesitan no solo para el año en curso, sino que en algunos casos, disponemos de reservas operacionales para casi dos años. Hasta hace dos décadas adquiríamos avena en el sector privado. Cuando por razones climáticas o de falta de producción el cereal escaseaba, los precios subían y no teníamos otra alternativa que comprarlos al precio que se nos ofertaba. Aprendimos la lección. Producimos la totalidad de la avena y alfalfa que consumimos, evitando los sobreprecios.

Fuente: Revista DEF.

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