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Hacia una lechería sustentable, a través de la raza Kiwi Cross

En Nueva Zelanda, tras años de cruzamiento, se ha consolidado una nueva raza lechera, denominada Kiwi Cross (5/8 de Holstein neozelandés y 3/8 de Jersey), muy viable para la producción de leche y sólidos, pues al ser alimentada únicamente con forraje verde, sin utilizar suplementos alimenticios, es más eficiente en la conversión de proteínas vegetales en sólidos útiles. Se trata de una vaca, que alcanza un peso máximo de 480 kilogramos en edad madura, una cifra significativamente menor si se compara con la de otras variedades.

Les presentamos dos notas periodísticas que muestran no solo el éxito en la introducción de esta raza en nuestra provincia de Santa Fe, sino también la apuesta en común por una lechería sustentable; es el caso de Jorge Giovenale, de la ciudad de Sunchales, en su tambo “La Regina” y de Agropecuaria Las Marías SA, administrada por cinco hermanos de la familia Schnidrig, de la localidad de Sarmiento.

Un tambo con los recursos tecnológicos y de manejo a pleno

Producir leche en el tambo «La Regina», de Jorge Giovenale, en Sunchales, Santa Fe, no es fácil. Los suelos son de regular calidad, principalmente de clase III y IV, limosos, lo que genera problemas de compactación y limita la infiltración del agua. Por esas características, son susceptibles al encharcamiento ante lluvias abundantes, que provocan la pérdida de pasturas con base de alfalfa. Las precipitaciones alcanzan los 850-900 milímetros anuales, pero son principalmente estivales con una estación seca desde mayo a octubre.

Giovenale es propietario de 255 hectáreas y alquila 390 para totalizar 645. De ese total, destina 425 para mantener 800 vacas en ordeño y 140 secas, lo que da una carga de aproximadamente dos vacas totales por hectárea. La recría se desarrolla en 150 hectáreas de campos alquilados y produce granos en 70 hectáreas también arrendadas. La cantidad total de hacienda en las 645 hectáreas es de 1575 cabezas.

Forrajes

La alimentación del rodeo se basa en pasturas consociadas de alfalfa, tréboles, festuca y cebadilla, complementadas con silo de sorgo, maíz y pasturas. La mezcla forrajera incluye muchas especies para mantener la productividad si se pierde la alfalfa por anegamiento. Las gramíneas aportan materia verde, pero también tienen como función reducir la compactación de los suelos y hacerlos más permeables.

En los últimos años, Giovenale agregó 1 kg/ha de semilla de achicoria a las pasturas. Con variedades que florecen muy poco y baja densidad de siembra, esta especie da producción estable a lo largo del año y mantiene la calidad y la palatabilidad aunque se demore el pastoreo.

En 2020, también probó la siembra de vicia en otoño, como cultivo de cobertura para incorporar nitrógeno, pero aprovechándolo también para pastoreo directo como un verdeo de invierno antes de sembrar maíz de segunda. «Produjo mucho forraje de calidad, que permitió tres pastoreos en un invierno seco, con una buena performance animal», se entusiasma el productor.

Como empresario innovador, Giovenale llevó adelante un subsolado biológico con nabo forrajero para descompactar un lote que mostraba preocupantes registros con el penetrómetro. Lo sembró en abril y le dio el primer aprovechamiento en julio mediante corte, hilerado y suministro a las vacas, para evitar el desperdicio por pisoteo. Además de aportar raciones, esta especie produjo raíces tuberosas de 20 por cinco centímetros que crearon canales de drenaje en el suelo y favorecieron la infiltración.

Giovenale usa la raza Kiwi en su tambo, un resultado de la cruza de Jersey por Holando en distintas proporciones, que ha ido incorporando gradualmente en los últimos años. Justifica esa elección en que las vacas Kiwi pesan 100 kilos menos que las Holando (500-550 kilos), y son muy rústicas, fuertes, fértiles y longevas. Están adaptadas a sistemas pastoriles, siguen pastoreando en verano porque toleran el calor y dan leche con mayor cantidad de sólidos. Giovenale tiene mediciones recientes de 4,07% de grasa y 3,57% de proteína. Estos valores son considerados por la usina compradora, que paga un sobreprecio del orden del 10% por la leche de esta composición.

La alimentación del rodeo se integra con 35-40% de recursos pastoriles y el resto con concentrados y silajes. Giovenale aspira a llegar a 50 y 50% para reducir el costo del litro de leche. Para ello, este integrante del CREA Rafaela aplica de 400 a 700kg/ ha de yeso en todo el campo, en busca de reducir la acidez de los suelos (pH: 5,5-6) y aumentar la producción forrajera. También hace fertilización nitrogenada de gramíneas aplicando 150kg/ha de urea en avena, raigrás, sorgo y maíz.

Más recientemente encaró la reposición del fósforo extraído del suelo. Sucede que, hace muchos años, el contenido era de 60 partes por millón y bajó a 30 ppm en los últimos. Para evitar que continuara ese proceso de degradación y estabilizar los valores a largo plazo, aplica fertilizantes fosfatados en cada cultivo en implantación.

Con esta estrategia, Giovenale duplica la producción de leche por hectárea respecto de los tambos de la zona: logró 13.974 litros corregidos al 3,5% de grasa por hectárea y por año, en el ejercicio 2019/20.

Jorge Giovenale en su tambo

Para alcanzar suficiente escala, hacer reservas y darle estabilidad del sistema, el empresario alquila 390 hectáreas en fracciones cercanas al tambo. El valor del arrendamiento se pacta de distintas maneras: en litros de leche por hectárea (por ejemplo, 70 litros por hectárea y por mes, que equivalen a $1300); 50% en kilos de novillo y 50% en litros de leche o 50% en qq/ha de soja y 50% en kilos de novillo.

En su empresa, Giovenale busca desarrollar procesos sencillos. Por eso, concentró el servicio, la parición y la crianza en épocas fijas, para que los encargados de los procesos puedan dedicarse a una sola cosa por mes, y durante un periodo corto. «Si se deben vigilar los partos todo el año, la atención decae en algún momento. Lo mismo pasa con los servicios y la detección de celos; concentrar estos trabajos ayuda a que todo sea más eficiente», sostiene.

Con el mismo propósito, implementó un sistema para la identificación electrónica de cada animal. Se usan botones que se «leen» al pasar por la manga y brindan todos los datos de las vacas: el programa reproductivo, los tratamientos sanitarios, etc.

Equipo

En el tambo, Giovenale ordeña 800 vacas dos veces por día. Para llevar adelante ese proceso tiene una instalación de espina de pescado con 40 bajadas. Es atendida por cuatro ordeñadores que trabajan en la fosa y son remunerados a porcentaje; luego hay dos vaqueros, que se ocupan del manejo del pastoreo, la detección de celo y la inseminación artificial; también trabaja un partero guachero, con un ayudante, para atender las rutinas de preparto y de crianza, y un tractorista/encargado del mixer, que reparte silo y mantiene las calles.

Para albergar a estos empleados y a sus familias en el campo, Giovenale debió hacer una gran inversión para construir cuatro casas muy confortables además de la propia, porque valoriza mucho los aspectos humanos de la empresa. Está atento a las necesidades de su personal y busca su bienestar con un sistema que, con adecuadas condiciones de trabajo y de vida, genere buena convivencia y compromiso de la gente que integra el equipo.

Uso del agua

En las instalaciones de ordeñe, la limpieza del corral de espera -de 550 metros cuadrados- se realiza con flushing, barriendo las deyecciones con agua proveniente de la última pileta de depuración de purines. Jorge Giovenale respeta el concepto de «uso responsable del agua«. Extrae del acuífero solo lo necesario mediante bombeo por molinos de viento y lo almacena en un gran tanque de 300.000 litros que abastece a todos los bebederos del campo. «Extraemos no más de 1000 litros por hora para no salinizar las napas», se ataja.

Giovenale está avanzando con una instalación para el tratamiento de purines con piletas de decantación. «El agua usada en el corral de espera, mezclada con estiércol, se recoge en un receptor donde se separan sólidos de líquidos. Los segundos pasan a una primera pileta, con tres metros de profundidad y microflora anaeróbica de purificación.

Luego pasan por rebalse a la segunda, que es anaeróbica y aeróbica, y después a la tercera, que es al aeróbica y puede contener vegetación flotante que contribuye a la depuración», completa. Los sólidos se distribuyen en los lotes para aportar nitrógeno, fósforo y calcio. Además, Giovenale también montó canaletas en los techos del tinglado de ordeñe para captar agua de lluvia para el lavado de la ordeñadora.

Asociativismo y agregado de valor

• Desde hace 25 años, Giovenale participa de un grupo de maquinaria que comparte equipos de siembra, pulverización, distribución del estiércol etc., que presta servicios a los integrantes
• El grupo tiene un encargado responsable que programa las labores en función de las necesidades estacionales de cada uno de los diez socios, para brindar un buen servicio sin necesidad de realizar las fuertes inversiones que demanda la maquinaria propia
• Giovenale también participa, con otros nueve empresarios, de un emprendimiento de extrusión y prensado de porotos de soja que produce, con una instalación sencilla, expeller y aceite
• El emprendimiento industrial se complementa con una planta de fabricación de alimento balanceado que le permite abastecerse de la ración para sus vacas lecheras, al tiempo que también venden el producto a terceros
• Giovenale también produce granos en 70 hectáreas alquiladas. En la rotación predomina el maíz para utilizarlo para la ración de las lecheras. No obstante, el cultivo tiene doble propósito: se cosecha grano o forraje según la evolución climática del año.

Kiwi con pasto, una receta de lechería sustentable

Familia Schnidrig

Agropecuaria Las Marías SA, de la familia Schnidrig, tiene 3.000 vacas en ordeñe que producen 60.000 litros diarios, repartidas en nueve tambos ubicados en Sarmiento, Providencia, Cululú y Logroño, en la provincia de Santa Fe. Los Schnidrig arrancaron con esta raza en el año 2010. “Primero habíamos incursionado con el Pardo Suizo en 2009, y luego conocí el Kiwi Cross. Me mostraron los animales y ese fue el disparador de todo esto”, confiesa José Schnidrig a Campolitoral.

“Empezamos a contactarnos con gente, a visitar campos acá y en Uruguay, y en mi primer viaje a Nueva Zelanda pude ver el futuro”, recuerda. En aquella experiencia en el oro lado del mundo, el productor encontró lo que buscaba. “Yo noto que hay gente que todo el tiempo busca soluciones, cruzas de razas resistentes, con facilidad de parto, etc. Y al final termina armando como un enredo. Y verdad es que esta raza ya lo había solucionado 80 años atrás. Hoy el 50 % del rodeo neocelandés es kiwi cross. El resto tiene una participación del Holstein, y en algunos casos es Jersey puro: animales muy chicos y con unos tenores de sólidos increíbles”, agrega.

Consultado sobre lo primero que les cambió con la incorporación de la raza, afirma sin dudarlo que fue el crecimiento de la empresa. “Cuando arrancamos con la empresa, no llegábamos a las 1000 vacas. La raza nos dio una posibilidad de crecer tan grande, que hoy incluso hay que tener cuidado, porque el nivel de crecimiento puede llegar a comprometer la parte económica. El rodeo en 4 años crece mucho (entre el 10 y el 14 % anual, dependiendo del año, las preñeces, etc.) Lograr eso con la genética tradicional de la zona es muy difícil”, sentencia.

Según Schnidrig, el Kiwi Cross es un animal extremadamente fértil, una hibridación con lo mejor de cada línea sanguínea. “Por eso todavía puede haber cierta resistencia, gente que gusta de la pureza de algunas razas”, insiste.

Además, se trata de un un animal mucho más longevo, y de un tamaño menor a nuestros tradicionales “Holando”. Pero claro, forma parte de un engranaje mayor. “Nosotros apostamos por un sistema eminentemente pastoril pero intensivo, donde el animal no está encerrado. A veces nos llenamos la boca con el tema del bienestar animal y tener a un animal toda su vida encerrado en un galpón no sé si es lo mejor”.

Otra ventaja que destaca de la raza es su gran facilidad de parto, por lo que tiene muy pocas pérdidas de terneros al nacer, y ese es un punto crítico en el tambo.

Para José Schnidrig, la diferencia está en el producto final, cuyo valor se incrementa notoriamente por las virtudes de esta raza.

En la Agropecuaria “La Marías”, luego de este cambio radical, hoy están trabajando con un rodeo de una gran capacidad productiva: 3000 vacas (con 22 litros diarios de promedio), pero con una producción de sólidos muy superior: 4 % de proteína y 4,5 % de tenor graso: es una leche claramente diferencial en el precio, porque tiene una concentración de sólidos muy superior.

El producto final se basa en un sistema alimenticio definido en base a las alfalfas, que le permite comer a cada vaca entre 5 y 8 kg de materia seca de esa pastura. Además, unos 5 kg de concentrado anual de promedio (baja mucho en primavera), y el resto es silo de sorgo o maíz. Más allá de esto, destaca que a nivel reproductivo, es un animal que tiene la capacidad de reproducirse bien sin el concentrado.

Raza, sistema, negocio

El empresario destaca que el manejo es tal vez el punto más importante en el que han avanzado, sobre todo al direccionar la época del año que había que inseminar los animales y hacer parir las vacas. Terminaron con el servicio continuo, que hace que las cosas pasen siempre igual en los tambos.

“Hacer un servicio estacionado hace a que uno se pueda organizar mejor. Ese fue el punto de arranque. Los servicios arrancan a principio de junio y a principios de diciembre se terminaron. Los terneros nacen en septiembre, y en diciembre terminamos con la etapa de crianza. Hay momentos de alta carga de trabajo, es verdad, pero también momentos en los que solo se ordeña, incluso con pocas vacas, y eso permite descansar, irse de vacaciones, etc.”

Esa filosofía de trabajo permite ponerse en el lugar de la gente, en mejorar la calidad de los lugares de trabajo, sus viviendas, y sus rutinas. En definitiva, “al éxito siempre lo constituyen las personas”.

Una empresa con buena leche

Lo que la empresa cambió en definitiva, fue el valor de su principal producto. “Somos una empresa que hace de la leche el 80 % de nuestro negocio. Hacemos también un ternero de recría de 200 kilos; tenemos la alternativa de las vaquillonas, pero básicamente vendemos leche, aunque con un valor diferencial. Nos cambió en todo, porque ese 80 % de nuestra facturación mejoró de precio. Se corrió la vara de lugar”, explica.

Y agrega que su caso se puede replicar en toda la región. “Estamos vendiendo un sistema pastoril intensivo, amigable con el ambiente y la gente. Y este es el animal que mejor se adapta a esa filosofía. Vendemos un producto que se ambienta muy bien a ese sistema de trabajo. Estamos muy felices de haber tomado este camino, porque esta empresa tendrá 3300 vacas en ordeñe, y ninguno se priva de su día libre”.

Fuente: La Nación | El Litoral | Martín Bustamante TV

Categorías: Salud & Ambiente
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